Por: Diego Rafael Cerón Peña
En Neiva, la ignorancia (intencionada o no) frente al deterioro del medio ambiente a favor del “desarrollo” afecta -implacable- a sus habitantes. En nombre del progreso extienden cemento, levantan puentes, asfaltan vías, llenan de prefabricados los peatonales. La ciudad se expande en edificios, casotas, casitas, cambuches; y arrolla madera, zinc, ladrillo, plástico, hierro… se van los árboles, el CO2 se esparce entre nubes de smog y basuras, huye la fauna, esperan con sed las piedras en los cauces. Y sube el mercurio en el termómetro.
Tomar un bus a mediodía es toda una odisea por las fraguas de Vulcano. El transporte público se llena de caras que sudan a chorros, camisas entrapadas, paletas a derretir en la mano. Por la ventana, agua, limonada, gaseosa Cóndor, maní, chicles; rostros insolados que se acercan al conductor: “¿le limpio el vidrio, patrón?”; bramidos de bocinas que pretenden cerrar la torpe hora pico; al calor reverberante, se suma la contaminación auditiva. Los colectivos avanzan a medias entre el tumulto de vehículos; se observa a la gente que camina presurosa bajo árboles y tejados, salvaguardándose de los rayos del sol como de una epidemia. A las dos de la tarde, Neiva es un infierno. Las busetas con escasos pasajeros parecen las embarcaciones solitarias que transportaron a Virgilio y Dante por el Hades.
Caminar por el Parque de los Niños es una caricatura vulgar de Tuareg. Las suelas se recalientan con el vapor sofocante desprendido del suelo. Para los mandatarios el desarrollo es directamente proporcional a la pavimentación. Hace unos años, alardeando la producción musical de Jorge Villamil, la alcaldía promocionó sus obras bajo el slogan “Neiva, Ciudad Villamil”. Hoy, con la ceguera que nos caracteriza en medio ambiente, Neiva debería acompañarse de su epíteto “Adoquín”.
Agua hubo, y bastante…
Cuando Diego de Ospina fundó esta ciudad en cumplimiento a las ordenanzas españolas, la delimitó a partir de los ríos Magdalena y Rioloro, montó el poder eclesiástico en una plaza que luego sería su centro; alrededor comenzó la distribución de territorios por rectángulos y solares como lo había dispuesto Carlos V. Las Ceibas, Rioloro y La Toma eran los principales recursos hídricos, afluentes del Magdalena; cada quebrada y río tenía a su vez otros afluentes. El Valle de las Tristezas, ubicado en medio de las cordilleras central y oriental era una red permanente de agua limpia. Con cuatro siglos de historia occidental y cerca de 60 años de contaminación desde que inició la explotación petrolera, estas fuentes están casi perdidas. Y la ciudad alcanza temperaturas hasta de 36°C.
El Rioloro (una fiebre áurea en la colonia) es ahora una cañería. Como este río, las Ceibas y otras quebradas, de las que sólo queda su cauce pedregoso, son botaderos de escombros. La Toma fue canalizada cual vil burla al río Sena, tratándose del miope esnobismo que nos caracteriza, sin pensar siquiera que tiende a evaporarse y sus aguas desembocan en el río Magdalena, la arteria fluvial más importante del país. La ceiba inmensa, antes ubicada tras la antigua empresa Telehuila (por la carrera quinta) fue arrasada por la constructora que levantó en el mismo lugar el almacén Carrefour y, para hacer coherente su idea antiecológica, lo rodeó de adoquín. La plazoleta del Centro Cultural de Convenciones es un reflector cáustico, y su reloj analémico funcionaba con frecuencia porque el único elemento que requería era sol… hasta el día en que fue destruido su pequeño obelisco. El problema ambiental es también cultural; son mínimas las nociones de pertenencia, cuidado y participación democrática en materia de ciudadanía ambiental.
Furor antiecológico por el progreso
A 442 metros de altura sobre el nivel del mar, Neiva desafía la Comala de Rulfo. Su desierto no radica en un pueblo inerte desterrado ya de la memoria de los vivos, sino en el destierro de lo vivo para terminar en pueblo desierto e inerte. La ciudad se acaba con las negligentes decisiones sobre desarrollo urbano: más cemento, menos árboles. ¿Por qué aceptar ciegamente proyectos?
Con la canalización del río Las Ceibas la ignorancia se desborda. ¿Cómo no intuir, de manera llana, que en pocos años no habrá río, es decir, escaseará el agua potable en la ciudad? Los árboles que van desde la cabecera hasta su desembocadura son materia viva irrecuperable, vital. Quitarlos resulta fácil, sembrarlos una insuficiente necesidad. Para la ejecución de obras públicas deben hacerse estudios sobre el impacto ambiental y así tomar decisiones -aunque resulten siendo mínimas al daño ecológico. En Neiva se ignoran. De manera miope, la alcaldía inició la desviación del río en julio del presente año. Nadie dijo algo. Y la ciudad hierve.
La causa de los incendios forestales presentados en agosto y septiembre no obedece a supercherías religiosas, sin embargo, fueron 14 y comprometieron 13 hectáreas de bosque. Es notorio que la nula protección de los bosques aledaños y el mediocre tratamiento de las basuras, el agua potable y la residual, los gases y la nociva explotación petrolera, con las constantes emisiones de CO2, atentan contra la biósfera de la ciudad. En cincuenta años, Neiva será insoportable, y los nobles dirigentes se la habrán devorado toda.
¿Dónde está el desarrollo sostenible?
Promovido por la ONU con el informe Brundtland desde 1987 como estrategia para contrarrestar, entre otros puntos, el negativo impacto ambiental en el mundo, el desarrollo sostenible no ha llegado a Neiva aún. Cuando se trata de pensar una obra civil la primera pregunta que surge es “¿cuánto cuesta?” (o sea “¿cuanto podemos usurar?”) y nunca “¿qué consecuencias ambientales y sociales traería?”. No importa si se acaba el agua, si existen alternativas más económicas y menos destructivas y mucho menos la opinión de los ciudadanos.
Así la fauna también sufre las consecuencias por precarias decisiones, hasta el punto de que las palomas se agotan, y los pericos, que habitaban por las tardes el Parque Santander, emigraron ya a otros confines. Se acaban las torcazas, los peces, las aves pescadoras, pero aumentan los zancudos y las ratas… ¿Qué están haciendo la CAM, el ICA y la Universidad Surcolombiana?
Las acciones al respecto obedecen más a cumplimiento de requisitos legales -porque “es que eso es una ley”-, que se quedan en hojas (nada casual) provenientes de un árbol. En la ciudad no existe hasta el momento una sociedad protectora de animales, y la Alcaldía simplemente aplica “comparendos ambientales” a quienes no den debido tratamiento a residuos sólidos de escombros. La primera problemática determina un proceso a realizar; la segunda, una iniciativa que para nada frena el negativo impacto ambiental, pues las principales causas son la construcción de obras civiles proporcionales al incremento demográfico y la expansión del perímetro urbano, venidos sin evaluación alguna, sin reflexión ecológica.
Frente al tema del desarrollo sostenible se han presentado experiencias exitosas en Suecia, en donde la construcción de obras civiles obedece conscientemente a estudios ecológicos y los recursos naturales son tomados como bienes económicos a largo plazo. En China, la urbanización de sus vastas ciudades es congruente con su entorno ambiental y su cultura. En Girona se ha procurado un alto nivel de vida por iniciativa de los mismos ciudadanos; en medio de las problemáticas de movilidad, contaminación auditiva y ambiental, este municipio español ha conservado su patrimonio arquitectónico e histórico junto a su riqueza ambiental.
En la ciudad argentina Misiones se impulsan cosechas de baja intensidad para preservar especies vegetales a mediano y largo plazo. Dicho proyecto requiere de inventarios de plantas antes y después de las cosechas, que se realizan en medio de árboles remanentes para tal fin. En la Habana, el Grupo para el Desarrollo Integral de la Capital (GDIC), ha promovido el proyecto de mejora urbana en los sectores más afectados de la capital cubana, considerando sus factores sociales y ambientales. En México, se iniciaron propuestas para reducir la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI), teniendo en cuenta que es el país que más consume combustible fósil en América Latina. En Colombia la Smurfit Carton realiza la producción de papel y cartón a partir de sólidos reciclados desde 1947, fecha en la que la empresa dispuso la primera máquina en el Valle del Cauca.
Una ciudad con desarrollo urbano sostenible, que considere el medio ambiente como eje fundamental –ligados al social y económico- para la celebración de proyectos y contratos, evitaría parcialmente ser promotora del efecto invernadero. Por consecuencia el clima sofocante se regularía. Se evitaría, además, extinguir las aves, lidiar con las sequías, apagar incendios forestales; se evitaría caminar bajo la escasa sombra de tejados, mojarse la cara y los brazos permanentemente, bañarse hasta tres veces al día. Se evitaría (en parte) ver el sudor caer sobre el plato de sopa caliente…
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Entrecejas: Resulta evidente, para desgracia nacional, que el Quimbo es sólo una piecilla de la gran cadena de hidroeléctricas pactadas por el gobierno nacional y la multinacional Emgesa. En el “Foro por la defensa del agua, la vida y la pervivencia en el territorio”, celebrado en el municipio de Cabrera (Cundinamarca) 14 de abril, que contó con la participación de gremios campesinos, ambientalistas, juntas de acción comunal y sindicatos de la región, se denunció la posible -y cada día probable- construcción de represas en Sumapaz, el páramo principal de Colombia. Son 14 microcentrales hidroeléctricas. Por otra parte (o por la misma), existe el proyecto de construir una vía que conecte al Huila con Bogotá por Villavieja, Colombia, Sumapaz y Usme. En la capital, organismos ambientales han rechazado esta situación; en el Huila se está a la expectativa. Cuidado cuando escuchen: “Se puede ir a Bogotá en tres horas y media, sino menos”.