¿Inteligencia Social o Patrimonio Ecológico?
Por: Iván Tafur
La manía neurótica de pretenderlo todo bajo control, hace creer al blanco, que no es que estemos sumergidos en el equilibrio de la naturaleza, como en realidad lo estamos, sino que al contrario es el equilibrio del hombre el que somete a esta. Pero es a través de este sustituto civilizado al que llamamos justicia, que no es otro que el sentido de equilibrio "sublimado" (igualad equidad etc.)y que de haberse dado en Aristóteles un conocimiento más profundo de la Matemática, habría pasado hasta nosotros menos rígido,(menos neurótico) y con mayor variedad de connotaciones.
Pero una percepción incompleta rígida y defectuosa del concepto no lo elimina de forma natural como para los que han desfallecido al decir que "la justicia no existe”. Para los más fanáticos trasciende incluso el mundo sensible y el sentido mismo del bien y del mal. Y en este sentido, el del equilibrio sería el más general de los valores morales.
Para evitar que sea entendido como un concepto frío y manipulable es necesario decir, que su sentido surge de las situaciones reales mismas, como surgen las condiciones físicas (entendidas como ecuaciones de las leyes fundamentales), de cualquier situación problemática concreta. Esto exhortaría de manera directa y expresa a buscar aquellas reglas naturales más representativas de dicho equilibrio, como las leyes del equilibrio ecológico. El "ecologismo” podría parecer el resurgir del animismo dentro de la ciencia. Las cosas entonces, podrían de hecho llegar a valer más que los hombres, porque serían más que "obra del hombre". ¿Pero es que existe acaso algo más mezquino que la apropiación por la "justicia" del trabajo?
Para los antiguos chinos el trabajo era siempre violencia contra la naturaleza... Ir "tras lo suyo", resulta, hoy por hoy, algo justo y necesario. La autoría, por ejemplo, nos resulta bastante meritoria. A veces quienes somos normalmente desposeídos de nuestra autoría por estar inmersos en un universo de relaciones capitalistas, caemos en la creencia de que el canibalismo intelectual es una especie de rezago del canibalismo material, por que solemos identificar nuestro ego con nuestra esencia, olvidando que el superego es tan ubicuo y tan tirano como este, y no menos objetivo.
Mérito y propiedad
El patrimonio inmaterial de una sociedad es una generalización doble del sentido de la propiedad y de la justicia por el trabajo. Cuando se sigue de cerca lo que acontece con el comportamiento moral, la sociedad presenta la tendencia a legitimar solo aquello que se traduce en "valores" para dicha sociedad. Ni el mismo Bill Gates estaría dispuesto a menospreciar en el mercado a Microsoft, solo para demostrar su desafortunado aserto acerca de la inexistencia de la justicia.
Luego, observamos que solo existe la justicia por el mérito. Este concepto no desaparece ni durante el socialismo según los marxistas, pero suele ser olvidado por quienes predican la justicia del trabajo universal y obligatorio. Por su lado, los apologistas de la pereza, se limitan a exaltar el fastuoso pasado imperial de las naciones latinas, hoy hundidas en el más vergonzoso atraso tecnológico en relación con el resto de Europa. No quiero insistir en que sometidos a una selección burocrática de sus estereotipos sociales, los pueblos latinos han ido perdiendo mucho de la riqueza inmaterial, que bien podría servir de base a un desarrollo económico más significativo en el marco de la socialización capitalista.
Existe por tanto la urgencia de esclarecer hasta qué punto, el colombiano medio ha ido perdiendo su capacidad para socializar, producto doble de la genética de los supervivientes de la guerra y de la hegemonía ideológica de un imperio igualmente con serios deterioros de conducta social. Hablar de una simple ausencia de inteligencia social seria hueco eufemismo. Las relaciones de producción pueden ser incluso marginales al lado de las relaciones sociales que se tejen a partir, de la intimidación, el monopolio del poder y el secreteo de la información.
Estas relaciones que exigen subordinación y adaptación no son menos artificiales ni, por tanto, menos violentas, que los sentidos del mérito o de propiedad. El hombre sumergido en la sociedad capitalista difícilmente identifica cuánto de la riqueza que produce al interior de una empresa privada es patrimonio social (su cultura, sus costumbres etc.). Pero lo que ha sido formado dentro de un conciliábulo de confraternidad y relaciones armónicas de convivencia con y para las gentes, se convierte en el nudo más inquebrantable para su conversión en riqueza privada (información) en una sociedad altamente competitiva que exige de crítica reflexión , análisis y “actitud guerrera”. El servilismo es la principal secuela de los caudillismos y no olvidemos que estos se dan incluso en las fábricas. Enseguida, de cerca, está la agresividad, la intolerancia.
Quizá una de las formas más aberrantes de la adaptación capitalista es la pérdida creciente del erotismo de un lado; y su condicionamiento del otro. Dichas tendencias se manifiestan en el aumento de la soledad en los individuos, del homosexualismo encubierto y no menos importante de la cada vez mayor adicción a la pornografía. El universo de las relaciones de competencia, agresión e intimidación son la base de las situaciones tensiogénicas (estrés) y de neurosis y por tanto de la ausencia de erogénesis.
La situación de agresión y sometimiento de la naturaleza exterior (avasallamiento), amén de la adicción al trabajo genera la ficción de orden universal y armonía perpetuas al lado de un rechazo permanente de su propia naturaleza: La sensación de una "paz " semejante que invade y sojuzga los mismos espacios destinados a la libertad individual y el respeto de la etología humana.
De existir algo como inteligencia social, cabría preguntarse si existe alguna inteligencia que no lo sea, ya que sería imposible que evolucionara fuera de la sociedad y a partir de formas pre-conscientes de gregarismo. Como por el arte de Hollywood, el dinosaurio aparece moviéndose coordinadamente por los estrechos pasadizos de los laboratorios de alta tecnología de Jurasic Park. ¿Qué otros inventos podemos esperar de la docta sociedad capitalista?
Patrimonio genético
Una característica sicológica que se nota bien clara en los criminales, que al parecer es hereditaria, es la ausencia en ellos del sentido de la vergüenza. Existen dos tipos básicos y es el del que proporciona, por ejemplo el mal trato, y el del que lo sufre. Mentir para una campaña política es la manifestación más alta de dicho patrón de conducta. Puede a primera vista, estar objetando nuestro supuesto de que todo proyecto político entraña un experimento genético. Pero en realidad es el tipo de excepción que confirma la regla. Su contraparte, esa forma inveterada de “hacerse el pendejo”, no es más que desvergüenza unida de hecho y por lo mismo, a algún tipo de atrofia cerebral por disfuncionalidad del órgano bajo las circunstancias de pérdida del patrimonio genético “inmaterial” de una población.
Se trata , entonces, de esclarecer hasta qué punto una característica sicológica que eventualmente es asumida como un bien para la sociedad en general ( capitalista o socialista), es en tanto patrimonio cultural , a la vez ,parte del patrimonio genético de lo que entendemos por humanidad. Una revisión de los últimos siglos de contienda política muestra al humanismo tan ubicuo y acomodaticio como la misma lucha por el poder. Esto podría dirigir de inmediato a la habitual relación económico-política que hace carrera en la academia y pondría de presente que lo menos importante para el hombre ha sido hasta ahora el sentido de lo humano de dicho término: “humanidad”...Los bienes culturales incluida la capacidad de convivencia, siendo entonces bienes de y para la humanidad, no pueden estar sujetos a los mezquinos valores de mérito y propiedad.
La eterna disputa entre deterministas genéticos y sociales remite a la graciosa disputa palaciega entre el dictador y padre putativo del príncipe heredero con su padre sanguíneo el rey depuesto, (ambos de acuerdo en la importancia del origen genético y la pureza de la sangre del hijo), en torno a la escogencia de los contenidos y los medios para su educación del dicho príncipe, incluidos la identidad de los profesores. No sobraría agregar que el rey no siempre encarna dentro del sentido de inteligencia política, la capacidad para representar el altruismo o la capacidad de convivencia. Un país en una guerra sin fin, inmolado al altar de los egoísmos de todos los matices parece no acogerse a ninguno de las modalidades de inteligencia.
Los bienes culturales entendidos como parte del patrimonio genético de la humanidad, harían necesaria una moral distinta a la establecida y el sentido de la justicia, pingüe resultado de la mutilación mental de una sociedad elitista y encerrada en sus propias contradicciones, pasaría en función de esta manera nueva de ver el mundo, a constituir el espacio de investigación de un sinnúmero de connotaciones nuevas e inusitadas.
Sin embargo la prevalencia de la sociedad de clases genera sus propias contradicciones y el tiempo se encargará de agrandarlas y convertirlas en causas de su propio aniquilamiento.
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