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Dos visiones sobre el gran río de la Magdalena

Dos visiones sobre el gran río de la Magdalena

Por Jader Rivera Monje


Huele el río en esta tarde,

huele a valle por la lluvia lavado,

a pasto de raíz arrancado,

a parcelas de sol, de arroz y veneno.

 

Huele a vaca,

a ojo, a piel, a leche,

a pata de vaca en la orilla.

Y huele a canoa delgada,

a corriente de agua sencilla.

 

Huele a mujer sentada en la arena,

los pies hundidos en el cauce,

los párpados cerrados,

la piel, para el deseo, morena.

 

Huele, huele a soledad y a calma,

A viento reventado entre las hojas

Y a un querer irse entre las aguas,

A un querer no ser,

Diluir en el río nuestra alma.

 

II

Sácame los ojos, córtame la lengua,

amárrame los pies y las manos

con alambres de las cercas caídas,

más déjame arrullar en el fondo de tu cauce

al niño ahogado cubierto de escamas,

y al hombre sin ojos, sin dedos ni boca.

 

Déjame acomodarle sus cabellos de medusa,

hablar de su dolor bajo el agua,

montar mi brazo por el brazo de sus padres

y decirles al oído que aún los esperan.

 

Has que ascienda desde el fondo

este olor a raíz profunda arrancada con la mano,

este olor a pez y barro podridos,

este grito de tortura y cráneo relamido.

 

Sácame los ojos, córtame la lengua,

Amárrame los pies y las manos

con alambres de las cercas caídas,

más déjame llorar siglos, eternidades,

déjame que descanse un poquito,

déjame sangrar un instante, por la herida.

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