Voces de Infantería
Por: Ivan Tafur
Quien haya padecido el valle de las tristezas puede creer que lo único que da unidad y sentido a su existencia es la ironía.
Muchos nombres parecen satirizarse a ellos mismos: “Las Delicias” es un barrio insípido y solitario, “Cándido” del prócer de las caucheras no dejó ni la vocación política en esta generación ya envejecida. “Granjas” y su casta de leguleyos abandonó sus raíces. “El Altico” entre albures cayó en bajas pasiones. Habrá quien diga que” Las Brisas” ya ni soplan. También asocio a una soledad visceral los desplantes de los politiqueros que nos hacen olvidar que estamos en plena era de las comunicaciones.
Por eso, un sordo atiende la biblioteca central; la de esa ciudad educadora que no lee. Y allí cerca, el Concejo de la ciudad no se reúne, se desune en torno a la honra de los altos funcionarios de turno “empapelados” por los juzgados.
El desempleo deambula desde la guerra de independencia por unas calles que parecen permitirle, solo a él, ser el dueño de sus horas.
De parroquia a inquilinato de desplazados, la fiebre del petróleo parece haber conjurado el atavismo burocrático y haber cambiado a aquel puerto fluvial que no llegó jamás a zona franca, pese a las crecientes del Páez, en tránsito obligado de inmigrantes arribistas, como un llanero que inventó el himno departamental, o una “gloria nacional” del ciclismo, quien para no olvidar su vocación mulera paisa, sembró sus capitales en el negocio del transporte.
Con soberbia de marca importada, algún aviso publicitario de almacén de cadena, reemplazó a una gigantesca ceiba, para exhortar a los neivanos a “querer a su tierra”. Los vistosos avisos de la alcaldía, repletos de errores ortográficos, ya han sido presa de los poetas noctámbulos, los que leen a vela o la luz de un farol, o se arrastran, pedestres, a la vista burlona de los técnicos de empresas con nombres extranjeros.
Ya nada extraña: un analfabeta es contratista de una petrolera. Un funcionario universitario enajenado delega a una oficina de bienestar el manejo de su chequera. Un enfermero, culpable de muchas muertes por ignorar los logaritmos, de viaje a algún postgrado en administración. Y tantos otros funcionarios ”benefactores”, que roban el producido de las matrículas de los colegios, las ayudas a los damnificados por catástrofes naturales, los dineros de los hospitales, las limosnas de las iglesias mal custodiadas, y todos ciudadanos honorables.
Yo no estaba en venta. Tampoco me llevaron a la plaza para que hablara mal ni bien de ella. Hoy me ofrecen unos centavos para que diga que me ha ido “muy bien gracias” sin vender mi conciencia, pues no llevo marcado el collar, ni soy devoto de santo alguno, de esos que sudan y dan pecueca, y mi único cielo es la tierra, alguna Utopía, de la que este no es más que un extravío por un valle…
Comparto lo que supuestamente “me toca” en impuestos, polución, leyes de estado de excepción, costo de vida y desarraigo, incluso con aquellos que “no van a la plaza”, pero a cambio obtienen grandes dividendos por solo pisar el mismo suelo, o venden a la nación a un alto costo; la imagen de estar “haciendo patria” copiando lo extranjero.
Unos quirópteros me han becado con nísperos, mangos y otras frutas que me hacen olvidar la competencia… a ellos dedico estas páginas. No a Einstein.
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