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Falsos Negativos

Falsos Negativos

 

Por:  Emiro Bravo Muñoz

 

La oscuridad no cede jamás. Por instantes, brillan repentinas centellitas blancas y resplandecientes. Son las hojas de los puñales notificando a los fantasmagóricos vivientes que acaban de desenfundarse para cumplir su misión: que broten hilillos de la sangre cansina de sombras trémulas, ansiosas y brutalmente sometidas. Espíritus pusilánimes, amantes del rigor de las bajezas humanas. No cualquier clase de bajeza, sino aquella que exhibe fauces bestiales y humillantes; la que se ufana en su capacidad tiránica de prepotencia y exclusión, la que niega cualquier posibilidad de espacio al atrevido que osa desafiar sus endebles principios filosóficos,  éticas que subliman mojigaterías y  no resisten un  burdo reciclaje de vergonzosa dignidad humana.

 

Llegaron como judíos errantes desde los cuatro puntos cardinales del país, al ghetto reducido en la falsa metrópoli de asfalto agonizante y fuego abrasador. Torbellino calcinante de almas condenadas a una eterna y horrible penitencia. Hombres provenientes del Valle como “Enrique el Caleño”, campeón en los tablados populares a punta de zapatazos de salsa caribeña, impunemente asesinado con la hamburguesa de sus sueños, cargada de salsas y deliciosas carnes, instrumento mortal que entregó en sus manos una caritativa dama de elegante estampa y carro fino.

 

Arciniegas llegó a la carrera quinta con destino ineludible, con las tripas en las manos, abandonado por un ejército que presume ser del pueblo, agonizante y cubierto con los flecos de sus sueños; guerrillero que cayó bajo el manto de una irredenta bandera. Aniquilado no por el disparo que atravesó su humanidad, si no, ahogado en las turbias aguas del río Las Ceibas, según Medicina Legal. No podían faltar los chaparralunos y un botón basta de muestra: El Mocho, artesano frustrado que en prisión aprendió a tallar diminutas sirenas de jabón, encontró su trágico fin a unas cuadras del puente de la quinta; impune víctima de una de las tantas barridas sociales. El Cauca entregó su aporte con El Indio, un fanático arborícola que murió tal vez, cuando le dio su regalada gana, la parca del mango se fue con él a tierra y su cráneo se estrelló desparramando los pocos vestigios de vida que aún le restaban sobre un andén de Santa Inés; su muerte sólo despertó comentarios maledicentes de vecinos: “Eso le pasa por roba mangos”.

 

De la gran capital que pregona estar más cerca de las estrellas, llegó al puente Gurropín, cerebro carcomido por la esquizofrenia de la guerra, que pegó sobre su pecho la medalla de un camuflado con el que inventaba quijotescas batallas en la cuales salvaba la vida de su General Rojas Pinilla, caudillo del que se creía su encarnación. Sin embargo, prestar sus valiosos servicios al ejército le fue inútil, pues una noche cualquiera, lo enfriaron con un tiro en la cabeza unos mensajeros que también lucían orgullosos su estampa militar.

 

No en vano los primeros nómadas que llegaron a Neiva, tal vez con desprecio la llamaron “El Valle de las Tristezas”, es que hoy como ayer la mansalvera muerte asecha al blanco barbudo como enfila su guadaña contra cualquier vulgar ladrón. Bárbaro ejemplo que enseñoreado en el crimen detesta al hereje que no comulga o que se presume comulga en pecado mortal. ¡Oh!, bendita ciudad de piedra y cemento, vulgar copia de civilización que no brindas ensueños sino vanas ilusiones. Los puñales indolentes de los modernos nómadas, llamados “desechables”, recuerdan los destellos de espadas castellanas, vascas o andaluzas que se repiten en los días y las noches plagando de ignominia lo que pudo ser luz y hoy es tiniebla.

 

La memoria del parche de la quinta no quiere ser escuchada por ninguno. Aun la lucha de los Epulones contra los hijos de la miseria sigue oxidada como un mendrugo a la sombra de la muerte. Por eso, cuando el sargento ve la foto del ñampiro cualquiera dice al teniente: “Esto es un simple negativo” y el oficial responde “No sargento, es una foto perfectamente revelada”, a lo que el otro sentencia: “Este rostro es un falso negativo, pero no se preocupe mi teniente, que esta noche lo convierto en positivo”.

 

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