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La ciudad

La ciudad

 

Por: Santiago Galeno

Ni tu ilusión se sabe, ni tu poder se ostenta;

y fúlgida entre el nido de ardiente resolana,

dejas que cada tarde, desde la cumbre cana,

te rinda el sol tu manto de púrpura sangrienta.

 

José E. Rivera, Soneto a Neiva

 

Para encontrarte es necesario descender a cada paso.

Dar el cuerpo a tus fraguas para recogerlo como escoria.

Es necesario acostumbrarse a tus desiertos de cemento,

a los garabatos transparentes que emergen de tu asfalto,

a tus nidos deshabitados de cartón y alambre,

a tu agua de vinagre

y tus vinos de cicuta.

¡Ah Neiva, ciudad del verano eterno!

Para soportar la vida en tus cáusticos laberintos

conviene tomar por amiga la ignorancia

y compartir el pan con el que ultraja a nuestra madre.

Para que tu orgullo no hiera

se reconoce que el mentón alto oculta el pellejo sucio

y el cuello roto de la camisa.

¡Ah ciudad moneda!

Tu azar no osó la fortuna en los pabellones de la desgracia.

En cada árbol bizarro pusiste el patíbulo.

Y sabes conspirar con los verdugos

para exiliar en la muerte a la razón…

De ti los ángeles huyen ciegos al ver tus manos de cal,

y los sabios guardan las semillas

para no perderlas en tus campos imberbes.

Has permanecido como una vaga espina

en las vértebras del tiempo.

¡Ah ciudad tres veces fundada!

Trío de fracasos sin cupo de honor en la historia.

¡Ah Sodoma sin fuego divino!

¡Ah león dormido que pronto brama!

 


 

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